Debido a la escasez de acuíferos se ha hecho necesario un Brazo exclusivo para la gestión del agua, el recurso más sagrado de la Gran Unión. Los manantiales son custodiados y administrados por los templos del Agua, una orden femenina, sin ánimo de lucro, que rescata antiguas tradiciones de culto a diosas acuáticas.

Gracias a esta orden se mantiene el recurso fuera de la especulación privada y al servicio de toda la Gran Unión.

Los templos, con forma de aguja blanca, se pueden ver cerca de las fuentes de agua, y están coordinados mediante balizas con los depósitos locales.

La orden consta de veteranas (túnicas índigo), regulares (túnicas azules), y novicias (turquesas).

Son famosas por su sistema oracular donde las corrientes de agua, estimuladas por la música de un arpa sagrada, revelan el futuro de los ciudadanos de la Unión.

Sufrieron un importante atentado en uno de sus templos costeros por parte de los Zahoríes Negros, una secta del desierto. Pusieron bombas en sus cimientos y lo demolieron, aunque no hubo bajas.

En las casas de los ciudadanos hay unos pequeños altares en forma de tubos que se rellenan como ofrenda, con agua reciclada. Además, las piedras de topacio ayudan a conservar la fe en las diosas del agua durante los períodos difíciles de sed extrema. La oración popular que se enseña a los niños es la siguiente:

 

Diosas de las nubes…

Sacrificad una nube para que haya agua.

 

Y así todos tengamos

lo que nos hace falta.

 

Eso es todo lo que necesitamos.

Agua.